En “la invención de Morel”, su novela más famosa, Bioy
Casares pone en boca del protagonista –un fugitivo que, refugiado en una isla
extraña sufre por el incierto destino de su amada- las siguientes líneas: “Estoy a salvo de los interminables minutos
necesarios para preparar mi muerte en un mundo sin Faustine”
Casi cincuenta años después, Bioy escribe esto: - “Sábado
14 de junio. Después de almorzar en La
Biela , con Francis Korn, decidí ir hasta el quiosco de
Ayacucho y Alvear. Un individuo joven, con cara de pájaro, me saludó y me dijo,
como excusándose: "Hoy es un día muy especial". Cuando por segunda
vez dijo esa frase le pregunté: "¿Por qué?". "Porque falleció
Borges. Esta tarde murió en Ginebra", fueron sus exactas palabras. Seguí mi
camino. Pasé por el quiosco. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que
eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges” (de su libro “Descanso de
caminantes”)
Fueron dos momentos impares en la vida de Bioy: el desenlace
de su novela más famosa y la muerte de su más entrañable amigo. En ambos, privó
la angustiosa necesidad de imaginar lo que sería de él en un mundo sin ellos.
Me encanta que haya elegido la misma figura para ambos casos. Al fin y al cabo,
en los momentos difíciles, esos en los que según Borges uno sabe quien es, llevamos
pocas armas para defendernos. Y pocas palabras, también.
La música que agrego es la que se escuchaba en la extraña isla del Sr. Morel.