
Ese de la calle Honduras
El que vence al olvido
Y deja el alma
al revés
¡Pobre poeta sin amor!
Tal vez cruzando aquella esquina
Se rinda frente a ti
la suerte esquiva
por una vez
Esto escribió Menárdez para sí, ignorando (¿o no?) que el verdadero dueño de la calle Honduras también fue un hombre sin amor. Y no nos referimos a Borges, apenas un visitante de esa calle de Palermo.
Ese gran olvidado que es de Soiza Reilly refiere la historia
EVARISTO CARRIEGO, NOVIO
¿Será posible que Evaristo Carriego -un alma apasionada- no haya tenido novia?... Cuando yendo por la calle encontrábamos a una mujer hermosa, se detenía. Pero no con ojos de fauno. La saboreaba con ojos de escultor. Y seguía andando, hablando de otra cosa...
-¿Tienes novia, Carriego?...
-¡No!... -me contestó tan rotundamente que yo pensé: "Tiene novia. No quiere confesarlo".
¿Quién no tiene una novia escondida en los veinte años de su corazón? No pudo guardar mucho tiempo un secreto tan dulce y tan triste que, a menudo, se le salía a flor de verso, al decir en sus cantos:
"A veces miro un poco entristecido tu retrato, donde estás viva, aunque hace mucho rato, digo bien, mucho rato que te has ido..."
Y luego, en "Ninguna más", este juramento que le surgía de adentro:
"¡No! Te digo que no. Sé lo que digo: nunca más, nunca más tendremos novia. Y pasarán los años pero nunca más volveremos a querer a otra..."
Y a cada instante hablaba de ella. Era la primita deliciosa -la inevitable primita de los enamorados- que lo entretenía leyéndole a Dumas. La misma cuyos dedos lo encantaban en las teclas de Wagner.
Por fin, una noche "de caviar y de cerveza", Carriego se arrancó del alma su secreto, como el herido que para aliviar su dolor se arranca el cuchillo de la puñalada.
-¡Bueno, sí! Mi única novia fue una primita mía. ¡Una santa! Pero se casó con otro. Yo no era el elegido. Desde entonces la amé para mí mismo...
Evaristo murió a los 29 años. Ella, la primita que nunca supo que el primito la amaba, formó un hogar honesto y delicioso. Ella vive todavía, antigua como yo. Cuenta setenta años. ¿Se acordará alguna vez de aquel primito poeta que le decía cosas raras? ¿Lo habrá olvidado?... Desde el cielo nos parece escuchar la voz de Carriego: "De todo te olvidas, cabeza de novia"...

Ya sé que es mal de muchos, Menárdez. Pero sepa que el maestro de su maestro (y su maestro también) fue un hombre sin amor, o dueño de un amor no correspondido. “La amé para mí mismo” fueron sus bellas palabras. Cruce sin dudar aquella esquina, ¡aléjese de Honduras! Y entonces, quizás, se rinda frente a usted la suerte esquiva…¡por una vez!

La primera foto es la antigua casa de Evaristo Carriego, hoy biblioteca municipal (Honduras 3784)