miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las rosas

Un ciego juntaba rosas: una, llegada del paraíso; otra del futuro, algo marchita; una platónica; otra, inalcanzable; y una más, primera, arquetípica. A cada amor que lo dejaba una le dio. Fueron muchos sus amores y otras tantas las extrañas rosas que obsequió. Aquel ciego yace lejos de su tierra y del olvido. De tanto en tanto una flor es apoyada en la piedra exagerada. No es extraña esta rosa, como aquellas. Es apenas una, como tantas. Pero todas las rosas están en ésta, anónima y común ¡Viejo ciego! Junta tus amadas rosas otra vez.

martes, 8 de noviembre de 2011

Haydée Lange y Georgie de barba

Haydée Lange

Las naves de alto bordo, las azules
espadas que partieron de Noruega,
de tu Noruega y depredaron mares
y dejaron al tiempo y a sus días
los epitafios de las piedras rúnicas,
el cristal de un espejo que te aguarda,
tus ojos que miraban otras cosas,
el marco de una imagen que no veo
las verjas de un jardín junto al ocaso,
un dejo de Inglaterra en tu palabra,
el hábito de Sandburg, unas bromas,
las batallas de Bancroft y de Kohler
en la pantalla silencioso lúcida,
los viernes compartidos. Esas cosas,
sin nombrarte te nombran.

Jorge Luis Borges

Estuve muy enamorado de Haydée Lange, la hermana de Norah (JLB)

"Con Haydée Lange y reponiéndose de un accidente en la cabeza sufrido el 24 de diciembre de 1.938" Acápite de foto, posiblemente de Leonor Acevedo de Borges

Acaso después de ese accidente, Borges fue Juan Dahlmann

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Amor vendrá (de Pedro Menárdez)

Amor vendrá; mientras se quede
de todo hará placer.

Cuando se vaya
Nada será más que recuerdo.

viernes, 22 de julio de 2011

Amor se fue (de Macedonio Fernández)

Amor se fue; mientras duró
de todo hizo placer.

Cuando se fue
nada quedó que no doliera.

sábado, 16 de julio de 2011

La hiena de Carrington

[LeonoraCarrington.jpg]

La hiena sabe francés y sueña con arrancar caras humanas para convertirlas en caretas. Leonora conoce el idioma de las hienas pero detesta los bailes de presentación. Y convence a la hiena para que la suplante. A su vez, la hiena convence a Leonora de que necesita una cara careta humana para disfrazarse de Leonora; le propone matar a la criada con tal fin. Leonora acepta porque en verdad detesta los bailes de presentación, siempre y cuando la hiena mate a la criada antes de arrancarle la cara y no al revés. El plan es urdido con devoción frente a la jaula de la hiena. Leonora ya está abriendo la jaula; el taxi bordea el zoológico y llegará justo a la puerta para que ellas lo detengan. Ninguna de las dos vio al ciego que estaba frente a la jaula del tigre y que las escuchó sonriente, con su falsa mirada dirigida a un punto indefinido. Ya sabemos que el oído de los ciegos es como la vista de los sordos. El maravillado ciego no piensa denunciarle a nadie lo escuchado, apenas trata de descubrir si lo que percibió es un extraño sueño, o la simple realidad. El asunto no lo desvela: si es un sueño podrá describirlo sin necesidad de alteraciones y pequeñas trampas que la realidad sí precisa. Es que la eficacia de un cuento realista como tal vez sea este dependerá de que logre despistar a zoólogos y expertos en bailes de debutantes.





viernes, 17 de junio de 2011

Macedoniana

Me encontré con mi amigo Macedonio y le pregunté en qué andaba. Me contestó que no estaba escribiendo el Quijote y le dije si no le preocupaba que su autor, Pierre Menard, se ofuscara al enterarse.

- ¿Por qué lo haría, Marcelo? Menard se propuso escribir el Quijote mejor que Cervantes, y lo logró. En cambio, yo me dedico a no escribir la historia de Alonso Quijano y mi éxito, aunque evidente, es paralelo al de un Menard, un Daneri, o un Paladión. Por no agotarme con la monumental tarea voy alternando su acometimiento con la no escritura de Moby Dick, lo cual conlleva un homenaje implícito a Bartleby, aquel sujeto que sea lo que fuere que le propusieran, prefería no hacerlo.

Le pregunté si para no escribir esas obras universales previamente se tomaba el trabajo de leerlas. Me dijo que desde luego, y que era cierto lo que un amigo solía decir de él: no ha leído mucho, pero lo poco que ha leído, lo ha leído mucho” En cambio las novelas modernas las no escribía sin leerlas previamente.

- Total, es literatura para el olvido. ¿Para qué perder tiempo leyéndolas? ¡Si pareciera que no soy el primer autor que las va a no escribir!

Ya me despedía de Macedonio cuando me soltó el desafío. Me invitaba formalmente a su casa, el sábado por la mañana, a los efectos de no escribir juntos "La importancia de llamarse Ernesto". Le pedí unos días para responderle. Aún no me siento preparado para semejante empresa.

Dedicado a Ana María Rivera, borgeana y macedoniana

domingo, 12 de junio de 2011

Menárdez (II)



Cruzó Menárdez el arroyo
Una vez más
Ese que corta a Palermo
Como un tajo
Que no sangra
//
Tal vez se va
Pá lo de Julia
la noche ahoga
el Maldonado guía
//
Casi
Sin elegir
hacia la brazos
de otra.









El óleo es "Arroyo Maldonado"de Horacio March y el tangazo, "Recóndita" de Elvino Vardaro

martes, 8 de marzo de 2011

Menárdez y el regreso

Hace a la esencia de la porteñidad el regreso, aunque nunca se haya salido de Buenos Aires. Menárdez no se fue de su barrio, ni de su esquina, ni de su café. Y sin embargo no estuvo. No estuvo en la calle Honduras. No estuvo en Serrano. No estuvo en la plaza. No puede explicarlo bien porque, como decimos, nunca se fue de Palermo. Su espíritu lo abandonó por mucho tiempo y sabemos que sin él no es nadie, nadie lo es. Pero ahora siente que está de regreso. Dando una vuelta por su barrio nota que todo está igual pero distinto. Al loco de los gatos lo ve ligeramente cambiado. A sus gatos también. La casa de Carriego se le ocurre más abandonada que antes. No pasó nada más que el tiempo. Nada menos. Y los paisajes borgeanos parecen ser vistos sólo por él:

"y divisé la hondura
los naipes de colores del poniente
y sentí Buenos Aires.
Esta ciudad que yo creí mi pasado
Es mi porvenir, mi presente;
Los años que he vivido en Europa son ilusorios,
Yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires”

Menárdez no vivió en Europa. Ni en otra ciudad. Ni en otro barrio. Sin embargo camina por las calles de Palermo como la primera vez. Sobrevivir lo mantuvo ajeno, ausente, olvidado. Ya no. Viene con ganas de tomar los naipes de colores del poniente (ese que permanece, milagrosamente) y apostarlo todo, aunque no tenga nada; de una ginebra en la esquina de Guatemala y Borges. De caminar Palermo con ella.

Ella, la que aún no llegó.


Los versos pertenecen a “Arrabal” de Jorge Luis Borges.