viernes, 24 de diciembre de 2010

La navidad de Menárdez



Menárdez no bebe champagne. Tampoco sidra, aunque sea Nochebuena.
Estará solo, nadie le dirá “salud”. Eso no quiere decir que no brinde. Menárdez alzará esta noche, en el minuto postrero, su ginebra. Y brindará. Tal vez al tercer vaso resucite aquel fantasma y le recite

No hay un instante que no pueda ser el cráter del Infierno
No hay un instante que no pueda ser el agua del Paraíso
No hay un instante que no esté cargado como un arma

El Cielo y el Infierno son conceptos exagerados, recordó.

Menárdez guardará las balas de ese instante en el bolsillo y ganará la calle, distinta por las luces del festejo. Quizás más tarde las use en una esquina de Palermo. Aquella que permanece invariablemente oscura, como un recuerdo que de tan viejo ya no nos pertenece.
.






Las palabras en cursiva pertenecen a Jorge Luis Borges.
Y las fotos, al gran Horacio Coppola
¡Feliz Navidad!

lunes, 11 de octubre de 2010

El tigre

Un Borges niño no conseguía apartarse de la jaula de los tigres. La madre debía amenazarlo, para poder abandonar el zoológico, con no dejarle leer sus libros al regresar a la cercana casa de la calle Serrano.
Luego seguiría visitando el zoológico, por ejemplo con algún amor, y escribiría cosas como éstas:

Decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra”
La escritura del Dios (El Aleph)

Hasta la hora del ocaso amarillo
Cuántas veces habré mirado
Al poderoso tigre de Bengala
Ir y venir por el predestinado camino
Detrás de los barrotes de hierro.
Sin sospechar que eran su cárcel”
El oro de los tigres

Un tercer tigre buscaremos. Éste
Será como los otros una forma
De mi sueño, un sistema de palabras
Humanas y no el tigre vertebrado
Que, más allá de las mitologías,
Pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo
Me impone esta escritura indefinida,
Insensata y antigua, y persevero
En buscar por el tiempo de la tarde.
El otro tigre, el que no está en el verso”
El otro tigre, El Hacedor

Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy)
“Borges y yo” El Hacedor

Esta tarde paseaba distraído por el zoológico, hasta que “a la hora del ocaso amarillo” llegué a la jaula del Tigre Blanco de Bengala, que no se mostraba. Imaginé un niño de principios del siglo pasado, llorando porque su madre lo retiraba antes de presenciarlo. También pensé en un hombre ya maduro, paseando con Estela Canto, enhebrando el argumento de un cuento mientras mira el nervioso ir y venir del felino, detrás de los barrotes de hierro, su insospechada cárcel.
Todo eso pensaba cuando apareció el Gran Tigre. Algo despertó su curiosidad detrás de las rocas de su jaula y observaba expectante. No sé si era el tigre vertebrado, o el tigre del sueño de Borges. Como sea, alcancé a tomarle una foto borrosa, irreal. No estoy seguro si lo vi, o soñé que lo veía.



domingo, 12 de septiembre de 2010

La amé para mí mismo

¿Para cuándo el amor?
Ese de la calle Honduras
El que vence al olvido
Y deja el alma
al revés

¡Pobre poeta sin amor!
Tal vez cruzando aquella esquina
Se rinda frente a ti
la suerte esquiva
por una vez

Esto escribió Menárdez para sí, ignorando (¿o no?) que el verdadero dueño de la calle Honduras también fue un hombre sin amor. Y no nos referimos a Borges, apenas un visitante de esa calle de Palermo.
Ese gran olvidado que es de Soiza Reilly refiere la historia

EVARISTO CARRIEGO, NOVIO

¿Será posible que Evaristo Carriego -un alma apasionada- no haya tenido novia?... Cuando yendo por la calle encontrábamos a una mujer hermosa, se detenía. Pero no con ojos de fauno. La saboreaba con ojos de escultor. Y seguía andando, hablando de otra cosa...
-¿Tienes novia, Carriego?...
-¡No!... -me contestó tan rotundamente que yo pensé: "Tiene novia. No quiere confesarlo".
¿Quién no tiene una novia escondida en los veinte años de su corazón? No pudo guardar mucho tiempo un secreto tan dulce y tan triste que, a menudo, se le salía a flor de verso, al decir en sus cantos:
"A veces miro un poco entristecido tu retrato, donde estás viva, aunque hace mucho rato, digo bien, mucho rato que te has ido..."
Y luego, en "Ninguna más", este juramento que le surgía de adentro:
"¡No! Te digo que no. Sé lo que digo: nunca más, nunca más tendremos novia. Y pasarán los años pero nunca más volveremos a querer a otra..."
Y a cada instante hablaba de ella. Era la primita deliciosa -la inevitable primita de los enamorados- que lo entretenía leyéndole a Dumas. La misma cuyos dedos lo encantaban en las teclas de Wagner.
Por fin, una noche "de caviar y de cerveza", Carriego se arrancó del alma su secreto, como el herido que para aliviar su dolor se arranca el cuchillo de la puñalada.
-¡Bueno, sí! Mi única novia fue una primita mía. ¡Una santa! Pero se casó con otro. Yo no era el elegido. Desde entonces la amé para mí mismo...
Evaristo murió a los 29 años. Ella, la primita que nunca supo que el primito la amaba, formó un hogar honesto y delicioso. Ella vive todavía, antigua como yo. Cuenta setenta años. ¿Se acordará alguna vez de aquel primito poeta que le decía cosas raras? ¿Lo habrá olvidado?... Desde el cielo nos parece escuchar la voz de Carriego: "De todo te olvidas, cabeza de novia"...





Ya sé que es mal de muchos, Menárdez. Pero sepa que el maestro de su maestro (y su maestro también) fue un hombre sin amor, o dueño de un amor no correspondido. “La amé para mí mismo” fueron sus bellas palabras. Cruce sin dudar aquella esquina, ¡aléjese de Honduras! Y entonces, quizás, se rinda frente a usted la suerte esquiva…¡por una vez!





La primera foto es la antigua casa de Evaristo Carriego, hoy biblioteca municipal (Honduras 3784)

sábado, 11 de septiembre de 2010

Partida infernal en El Paraíso

El once de septiembre de 2.020 Mujica Lainez recibirá a Borges en su casa llamada “El Paraíso” para jugar una extraña partida. El tablero parece de ajedrez pero los casilleros son blancos y rojos y las piezas, diferentes. No son humanas pero tienen vida. El invitado abrirá con Elohim. Manucho adelantará al soberbio Lucifer. Luego Borges seguirá con Adonai y el anfitrión, lujurioso, jugará con Asmodeo.Don Jorge Luis demorará un poco porque no ve. Se asegurará que está tocando a Shadai y le ordenará avanzar en el tablero. Eso enfurecerá a Mujica y con un rugido infernal colocará a Satanás en la lucha. El poeta ciego sonreirá. Probará una diablura con Yahveh. El Duque de Bomarzo se relajará y pondrá en combate a Belfegor.Las piezas estarán dispuestas en forma circular y la lucha será en el centro del tablero. No es momento para guardarse nada y el autor de “Ficciones” dispondrá de Jehová. El de “El Escarabajo” a Leviatán. Hashem es el paso siguiente de Borges que empezará a agotarse y Manucho lo continuará con Mammón. Georgie se quedará sin piezas pese a que Mujica aún tendrá a Belcebú, expectante. Ambos se reirán, la suerte parecerá echada. A punto de voltear a Jehová del medio del tablero, el poeta ciego se arrepentirá. No pondrá un nombre de Dios, pondrá una letra, que es silenciosa y que es la totalidad de la creación. No es el principio ni el fin de la creación, es su todo. Y dentro de la totalidad está Dios. Es la letra “alef”. La jugada además de brillante será válida, Mujica la celebrará. Sólo le restará traer al goloso Belcebú y los nombres de Dios se enfrentarán a muerte contra los Siete Demonios.
Mientras muevan las piezas los jugadores hablarán del Renacimiento y de Spinoza. Manucho le mostrará a Borges su famosa colección de objetos: el horóscopo que le hizo Xul Solar, amigo de los dos; el grabado de homenaje a Beardsley; el diseño de homenaje a Lautrémont; un recibo firmado por Garibaldi; el texto de magia de Stanislas de Guaita “marqués, poeta y morfinómano”. Y por sobre todas las cosas le mostrará el manuscrito de la traducción del “Amadís de Gaula” al francés, del año 1.540. Borges no podrá verlo pero sí olerlo, tocarlo, amarlo. Nuestro mundo dependerá del resultado final del juego, que constará de diez partidas. Contrariamente a lo que podríamos suponer, los jugadores intercambiarán piezas luego de cada partida. Al fin y al cabo, Mujica Lainez aún reside en “El Paraíso” y Borges pasó buena parte de su vida entre tinieblas.
El espejo del salón no dará cuenta de ninguna imagen de lo que allí suceda.

Homenaje en el natalicio de Manuel Mujica Lainez. Las fotos son de "El Paraíso" la ya mítica residencia de Manucho en Cruz Chica, Provincia de Córdoba, Argentina















martes, 24 de agosto de 2010

Borges 111

En vano busqué la puerta que me llevara a usted.

En vano caminé con la furia del insomnio por los pasadizos de la añosa biblioteca, por las calles de su Buenos Aires metafísica y por la calma de Ginebra.

Pero supe de su infancia y de su amor por los tigres.

De cómo leía recostado en la piel de aquella fiera ultimada por un cazador desconocido. De cómo el mundo lo fue cercando en la casa de su padre, en la biblioteca de su padre, de cómo hablaba inglés con su abuela Frances Haslam y de la amistad inagotable que lo unió con su madre.

Sabía mucho de usted.

Por eso me urgía encontrarlo, ver su rostro. Por eso, como Dante, tuve que forjar un sueño para oír, humana y próxima, la voz de Borges.

Sin embargo, no alcanzaba a soñarlo cabalmente.

Algo me faltaba: pasión, sueño, gramática. Recorría sombríos caminos y llegaba siempre al mismo punto, como en el fatídico laberinto.

Luego, intenté olvidarlo.

Intenté desprenderme de sus mitologías del arrabal porteño, del oro deslumbrante de los vikingos y de las espadas de sus mayores. Fui desprendiéndome de sus metáforas. Abjuré de usted, Borges, de su complicidad, de su complicación y de su sencillez. Al olvido, a la antimateria, los cármenes sevillanos de su juventud ultraísta. Los idiomas infinitos de Cansinos Assens, las lunas cansadas de Lugones, la aventura de Sur, Victoria Ocampo, Beatriz Viterbo, el Aleph, el reloj de arena, la memoria... Al olvido la memoria...

Lo de menos fue su muerte, Borges.

La noche en que supe que había muerto pensé en que, por fin, era usted feliz.

Se había desprendido de los cuchillos de los compadritos, de los espejos y del inglés. Pero aquí nos quedamos todos rompiéndonos los cristales de los ojos para entrever, en algún cielo, la forma de Borges.

¿Sombra? ¿Polvo? ¿Tenía razón Quevedo? ¿En el vientre del cementerio de Pleinpalais se estremece el polvo enamorado que fue Borges? ¿Ensaya su ironía con las ciegas raíces de las hierbas? ¿Busca el polvo de Atila, el de Tamerlán, el de Alejandro? ¿Extiende mensajes y escribe cartas por los subterráneos que no urdió su literatura?

Perdone, Borges. Sé que no creía en la trascendencia ultraterrena. Pero prefiero pensar que usted habita en los Campos Elíseos, que le aburre conversar con Aquiles, ese pretencioso, y que busca, en cambio, la charla juguetona de Alfonso Reyes.

Tiene un departamento idéntico al que tenía en Buenos Aires, en él, su madre lee a Eca de Queiroz y toma el té con Charles Dickens. En los Campos Elíseos, Borges, usted ya no es ciego. Y lo lamenta, como lo lamenta Homero, pues los dones de la oscuridad son, en esta vida y en la otra, infinitamente superiores a los dones de la luz.

Por hoy baste, Borges. Le enviaré estas líneas en el próximo rayo de luna y evitaré en lo sucesivo ponerme sentimental.

Usted es un impecable caballero argentino y en su genética victoriana sobran las lágrimas.

No espero respuesta.

Si acaso, buscaré un augurio abriendo al azar uno de sus libros.

Estas palabras le pertenecen a María García Esperón, quien también recita "Las causas" de Jorge Luis Borges.




lunes, 26 de julio de 2010

Menárdez

Gracias Voz y Mirada!

sábado, 19 de junio de 2010

Borges y el barrio de Liniers

Siempre me molestó que Borges no mirase al oeste de la ciudad. Cuando él era muy joven su barrio de Palermo no parecía cerca del centro. Y mi querido Liniers, en 1.910, que era apenas una ignota y lejana barriada de obreros del ferrocarril oeste, no debería ser excitante para la imaginación borgeana.

Pero leía hoy a León Tenembaun en su interesante libro “Buenos Aires Tiempo de Borges”, quien se tomó el trabajo de enumerar los temas o barrios porteños a los que Borges no les escribió. Y con sorpresa me encontré con que también se quedó fuera de su interés el barrio de Mataderos, que con su mundo de reseros y cuchilleros encargados de dar muerte y trozar el ganado debía gustarle(en la entrada anterior leíamos su magnífica poesía llamada “carnicería”) Mataderos está al lado de Liniers y si no le escribió nada a un lugar donde todavía hay paisanos, ¿qué quedaba para mi barrio?
Pero la sorpresa mayor la recibí al enterarme de que Borges tampoco se interesó por La Boca ni por el Abasto. ¿Cómo es posible que estos tres barrios emblemáticos de Buenos Aires fueran ignorados por el escritor? Tenembaun piensa que la inmigración que pobló La Boca y el Abasto podría haberlo fastidiado un poco. Y en el caso del barrio de Mataderos, su preferencia por otros mataderos de la ciudad: el primitivo del Norte (por Las Heras y Pueyrredón) y los Corrales Viejos (de Parque Patricios)
Si esos tres pesos pesados de la ciudad se quedaron afuera de la cosmovisión borgeana ¿qué podía pretender yo que sucediera con Liniers?
Mi barrio se llamó así porque el Virrey Liniers fue un gran benefactor de las Hermanas Hijas del Divino Salvador, quienes aún están al lado de uno de los templos más populares del país como es la iglesia de San Cayetano (donde cursé la primaria); junto a la estación del ferrocarril y el Club Atlético Vélez Sársfield son los tres símbolos del barrio. El mercado de hacienda de Liniers, en realidad no queda en Liniers sino en Mataderos.

Pero no sería yo si no le buscaba otra vuelta al asunto, tenía que haber un vínculo entre Borges y mi barrio, y pensé en el arroyo Maldonado, que estaba muy cerca de la casa de la niñez de Borges; el mismo arroyo que nace detrás de Liniers y luego busca el mitológico Palermo. ¿Y cómo es posible que no me diera cuenta antes que un curso de agua que pasa muy cerca de mi vieja casa también lo hacía por la de Borges? Porque nunca vi ese arroyo. Como la zona era muy inundable, lo entubaron en la década del treinta y arriba se trazó la avenida Juan B. Justo.
El Maldonado tenía en sus riberas prostíbulos y lo merodeaban orilleros, por lo cual era muy peligroso. Intuyo que la madre de Borges debió detestarlo. Cuando llovía mucho formaba una laguna y todo su trayecto se inundaba y llenaba de basura, así que se me ocurrió pensar que es muy posible que doña Leonor le dijera a Georgie que no saliera de la casa los días de tormenta (en realidad no salía por ningún motivo, siempre leyendo en la biblioteca de su padre) porque el Maldonado venía con mucha agua de Liniers.

Modesta venganza la mía, y es la de pensar que si el barrio no fue motivo de inspiración para el querido Borges, tal vez haya sido visto con algún temor en su casa. Porque el arroyuelo que se enfurecía los días de tormenta y que hacía sórdida esa orilla de Palermo nacía detrás de una humilde barriada de obreros del ferrocarril, bautizada con el apellido de un virrey francés a las órdenes de España: Liniers. El barrio de mi niñez.


Fuentes

León Tenembaun, “Buenos Aires Tiempo de Borges”
Ediciones Turísticas, Buenos Aires 2.001
http://es.wikipedia.org/wiki/Arroyo_Maldonado
http://www.barriada.com.ar/liniers.htm#i3

Plaza Italia, Palermo, a comienzos del siglo pasado




Arroyo Maldonado


domingo, 13 de junio de 2010

Carnicería

Más vil que un lupanar
la carnicería rubrica como una afrenta la calle.
Sobre el dintel
una ciega cabeza de vaca
preside el aquelarre
de carne charra y mármoles finales
con la remota majestad de un ídolo.

Jorge Luis Borges
Fervor de Buenos Aires (1923)

jueves, 27 de mayo de 2010

Dos por uno de Sebreli


Sebreliana en defensa de las citas
Contesto a los reproches sobre el exceso de citas borgeanas que aquí intento, con la cita de una cita de Sebreli: “Contesto a los reproches sobre el exceso de citas con una cita más, la de Walter Benjamin, cuando decía que aspiraba a escribir un libro que no fuera más que citas. Yo desearía también escribir un libro que fuera la suma de todos los libros y de todos los autores que he leído en el transcurso de mi vida, la síntesis abarcadora”

Otra primera vez
Tiene razón Sebreli, ¿cómo no me fijé? Nos queda en la memoria el primer beso, la primera novia, la primera vez en el sexo, el primer día de clase o el primer día de trabajo. ¿Alguien se acuerda de la primera vez que salió solo de su casa? En los barrios tal vez sea difícil fijar ese día, porque uno estaba en la esquina, con la puerta de su casa abierta, esperando el grito de mamá…¡a tomar la leche!
Y otro día en vez de quedarse en la esquina da la vuelta manzana y otro día está a dos cuadras de su casa, y así. A mí me parece que la primera vez que salí formalmente solo fue cuando me tomé el 104 de Liniers a Mataderos, más precisamente a Miralla y Alberdi. Allí iba con mis historietas, había una librería que las canjeaba 2 x1. Era una fiesta: iba solo, me pasaba un buen rato eligiendo las que me iba a traer, y me daba una vuelta por el templo sagrado de los libros a los que todavía ni imaginaba posibles. ¿Qué edad tendría? ¿Ocho o nueve años, supongo? Alguien dejaría hoy a su hijo viajar solo en colectivo a esa edad? No todo tiempo pasado fue mejor, pero algunas cosas del pasado, sí.

“La partida del solar natal, el viaje hacia lo desconocido, lo inicié un día, en los últimos años de la infancia cuando por primera vez salí a caminar solo por las calles de la ciudad. Aunque con el permiso materno y a horario fijo, esa salida fue vivida simbólicamente como “la fuga del hogar”. El mundo desordenado y caótico, infinitamente vasto de la calle, esos senderos que no llevan a ninguna parte y a la vez a todas, constituían el rechazo del orden pequeñoburgués, del círculo cerrado de la familia. El apacible tedio, la monotonía gris del hogar era súbitamente destrozada por el torbellino de aventura y la dramaticidad de la calle con sus conflictos, antagonismos, peligros, acechanzas, emboscadas, con su expectativa incesante de sorpresas, de posibilidades siempre renovadas, con la sensación de que cualquier acontecimiento puede ocurrir a la vuelta de la esquina”

Los textos en cursiva pertenecen a “La señales de la memoria” de Juan José Sebreli, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1987

viernes, 21 de mayo de 2010

Venenos borgianos


Ahora dicen que los Borgia no eran tan malos. Mejor dicho, no eran más envenenadores y maquiavélicos que el resto de las poderosas familias renacentistas. Por ejemplo, Lucrecia no habría sido tan diabólica, aun algunos la vieron santa. A lo sumo fue moneda de cambio para los fines políticos de su padre, el Papa Alejandro VI, pero no mucho más que eso. César, brioso condottiero (*) y modelo de Maquiavelo para su Príncipe, actuó como cualquiera de su condición social. Incluso el gran Leonardo Da Vinci trabajó para los Borgia y buscó nuevos tóxicos mortales para esconderlos dentro de los exquisitos platos que su imaginación, conocimiento y gusto por el arte culinario le dictaban, ya que era una costumbre de la época el refinado arte del asesinato sutil.
De modo que estos venenos borgianos no habrían sido muy distintos a los de otras familias, como por ejemplo los Orsini o los Colonna. Además ya no se los usa mucho, para alegría de los vendedores de armas de fuego.

Estas desmentidas me desilusionan, porque me gustaba imaginarme a la inigualable, a la sensual Lucrecia rondando por detrás de los angustiados comensales. Y ahora resulta que cada familia pudo haber tenido una como ella.

Por suerte hay otros venenos borgianos que están fuera de discusión y, cubiertos de ironía, siguen siendo letales pese al paso del tiempo. Y además los tenemos al alcance de la mano:

“Creo que la mentira es muy necesaria por razones de cortesía, de buena educación y de reserva también. Yo, al cabo de un día, con palabras o callándome, habré mentido constantemente, y eso que me considero un hombre ético”

“El psicoanálisis no me gusta. Es el lado oscuro de la ciencia ficción”

“La novela es una superstición de nuestro tiempo, así como lo fue el drama en cinco actos o la epopeya en otras épocas. Es muy verosímil que la novela desaparezca, mientras que el cuento…No veo una literatura sin cuento o sin poesía, en tanto que una novela de cuatrocientas, quinientas páginas puede muy bien desaparecer”

“Vivimos en un tiempo en que las gentes que tienen éxito son personas primarias. Incluso si no lo son, procuran volverse primarias para colocarse al alcance de todo el mundo”


Borges nos invita con manjares de una peligrosidad que no pudo concebir la imaginación del Gran Leonardo a las órdenes de los Borgia.

Querido lector, escoge el veneno borgiano de tu preferencia: el más antiguo te hará retorcerte de dolor, mientras los inmensos ojos de Lucrecia acompañan tu final. El otro te dejará pensando un buen rato y te hurtará más de una sonrisa. Ambos son letales
¿Cuál de los dos prefieres?
//
Textos de Borges extraídos de "Borges, sus días y su tiempo" de María Esther Vázquez y "De jardines ajenos" de Adolfo Bioy Casares
(*) Los condotieros eran los capitanes de tropas mercenarias al servicio de las ciudades estado italianas desde finales de la Edad Media hasta mediados del siglo XVI. La palabra condottiere deriva de condotta, término que designaba al contrato entre el capitán de mercenarios y el gobierno que alquilaba sus servicios (fuente Wikipedia)

domingo, 16 de mayo de 2010

Un prólogo de Bioy con final inquietante

Tenía razón Borges cuando desaprobaba los libros de brevedades.Yo replicaba que eran libros de lectura grata y que no veía porque se privaría de ellos a los lectores. Los Note-books de Samuel Butler, A Writer's Note-book de Somerset Maugham me acompañaron a lo largo de los viajes y de años. "Los de Butler se publicaron después de la muerte del autor", dijo Borges y yo aún no vislumbré su argumento. Sin embargo,de algún modo debí admitirlo, porque a pesar de tener infinidad de observaciones y reflexiones breves, más o menos epigramáticas, sin contar sueños, sueños cortos y dísticos, año tras año he postergado la publicación de mi anunciado libro de brevedades. Debo sentir que su publicación en vida, excedería el límite de vanidad soportable. Digo soportable porque en casi toda publicación hay vanidad. ¿O es absurdo pensar que al publicar nuestros libros los proponemos a la admiración de nuestros contemporáneos y aun de lectores del futuro?

Sea este cuaderno testimonio de la rapidez de manos del pasado, que oculta, entierra, hace desaparecer todas las cosas, incluso a quién escribe estas líneas y también a ti, querido lector.

Adolfo Bioy Casares, Descanso de caminantes (diarios íntimos) Ed. Sudamericana

domingo, 9 de mayo de 2010

La escritura como catarsis (con Felisberto Hernández, Kafka y Borges como invitados)





No creo que esté mal. Yo mismo lo hago a veces. Sólo quiero decir que la escritura catártica tiene enemigos más poderosos que ella. Un calibre 38, un vaso de whisky, un amigo o el diván de un analista parecen más efectivos para quien necesita un desahogo. Digo, quien acaba de vivir una tragedia tiene mejores medios de purificación que aquella que se realiza por escrito.
Incluso, me parece oír la risa de los escritores en algunas de sus páginas terribles. Creo que Hernández se reía al escribir esto:

“Cuando uno siente la angustia de no estar colocado en ningún lugar de este mundo y se jura colocarse en alguno; cuando uno sueña llamar la atención de los demás algún día y siente cierta tristeza y rencor porque ahora no la llama; cuando se pone histérico y sueña un porvenir que le adormece la piel de la cabeza y le insensibiliza el pelo; y que jamás lo confesaría a nadie porque se ve a sí mismo demasiado bien y es el secreto más retenido del que tiene algún pudor; porque tal vez sea lo más profundo del sentido estético de la vida; porque cuando no se sabe de lo que se es capaz, tampoco se sabe si su sueño es vanidad u orgullo”

¿Es exagerado imaginar risas al escribir “tristeza y rencor”? Puede ser. Pero estoy seguro que Felisberto, al sumarle a sus tristezas y rencores adormecimientos e insensibilidades, al menos sonreía. Y se debe seguir riendo, si está en algún lado y conserva algo parecido a una boca o a unos dientes, al enterarse que sus ideas sobre llamar la atención se cumplieron largamente. Y si también ha retenido la facultad de mirar, al verme leyéndolo con alguna de las variadas formas que nuestro cuerpo tiene de manifestar una emoción artística, se ha reído por lo que me provocó.
Antes de la escritura o después de la lectura de los otros, aparece en el escritor Su Majestad La Risa o su Princesa Heredera, La Sonrisa, tanto o más que la angustia literaria, que tiene mayor fama y mejor consideración para escribir bien. Porque para ello parece indispensable sufrir, incluso durante la escritura.

¿Estoy diciendo pavadas? Posiblemente. Sigamos con esto de El Proceso:
“A K le habían comunicado por teléfono que el domingo próximo tendría lugar una corta vista para la instrucción procesal de su causa…Se había optado por el domingo como día de la vista sumarial para no perturbar las obligaciones profesionales de K. Se presumía que él estaría de acuerdo, pero si prefería otra fecha se intentaría satisfacer su deseo…Era evidente que debía comparecer, ni siquiera era necesario advertírselo. Una vez oído el mensaje, K colgó el auricular sin contestar; estaba decidido a ir el domingo: con toda seguridad era necesario; el proceso se había puesto en marcha y tenía que dejar claro que esa citación debía ser la última. Aún permanecía pensativo junto al aparato, cuando escuchó detrás de él la voz del subdirector, que quería llamar por teléfono. K obstruía el paso.
-¿Malas noticias?- preguntó el subdirector sin pensar, no para saber algo, sino simplemente para apartar a K del teléfono.
-No, no- dijo K, que se apartó pero no se alejó.
El subdirector cogió el auricular y, mientras esperaba la conexión telefónica, se dirigió a K:
- Una pregunta, señor K: ¿le apetecería venir a una fiesta que doy el domingo en mi velero? Nos reuniremos un buen grupo y encontrará conocidos suyos, entre otros al fiscal Hasterer. ¿Quiere venir? ¡Venga, anímese!”

¡Las cosas que hay que escuchar! Kafka riéndose. Me temo que sí. ¿No es suficiente ese mefistofélico “¡Venga, anímese!”? El mismo día de la citación Kafka le pone a su Sr. K. una sorpresiva invitación de un superior solamente porque le dio risa la paradoja. Porque como todos sabemos, las paradojas suelen ser cómicas o tragicómicas. Además, que sea el sub director quien lo pone en un aprieto me parece un chiste dentro del chiste, y que su atormentado protagonista se llame K. como él, otro.


Algunas tragedias, especialmente las imaginarias, le hacen gracia al mensajero. Pero cuidado, que esta risa no revela insensibilidad sino todo lo contrario. Tal vez sea sólo una mueca de difícil traducción, como la de esos orientales que parece que se ríen en el medio de un drama terrible y nos dejan perplejos, aunque sepamos que en verdad están sufriendo.
Quizás la risa purifica tanto como el miedo o la angustia y también es catártica, y entonces aquí no hay postulado alguno.

Sea el caso que fuere, no puedo terminar esto sin una cita borgeana, porque Menárdez se enojaría conmigo. Estoy seguro que Borges se reía mientras escribía esto:

El texto de la enciclopedia decía: Para uno de esos gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood are abominable) porque lo multiplican y lo divulgan”

Por mi parte, mientras escribo mis arrebatadas palabras, me estoy riendo. Y ese es un fundamento respetable de vaya a saberse qué cosa.



Párrafos escogidos de
“Por los tiempos de Clemente Colling” de Felisberto Hernández
“El Proceso” de Franz Kafka
"Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" de Jorge Luis Borges


domingo, 4 de abril de 2010

Los otros, el mismo



Si existiese la máquina del tiempo, me gustaría ir a dos lugares y dos momentos que en realidad son uno solo: Cambridge, febrero de 1.969, y Ginebra, 1.918.
En ambos lugares me esperan dos Borges a punto de charlar entre sí en un banco frente al río Charles (o Ródano, según cual sea el Borges que lo recuerde o sueñe)
Y así presenciar con aire distraído el increíble encuentro de dos personas que son una y se llevan cincuenta años de edad. Hombres que justamente porque son distintos pero a la vez uno no pueden mentirse, lo cual “hace difícil el diálogo”
Un Borges hablará de su pasado y el otro de su presente, receloso. Ambos se darán noticias de sus padres y charlarán de literatura. El mayor sentirá por sí mismo, de joven, una ternura paternal.
Quisiera saber si solamente el viejo Borges describió este encuentro, o también lo hizo el joven y luego lo destruyó, temeroso.
Pensándolo bien, tal vez no haga falta viajar por el tiempo y por el espacio. Quizás con sentarme a la vera de un río cualquiera pueda encontrarme con dos hombres hablando de Dostoievsky y de batallas, de oprimidos y de parias, y si les pregunto sus nombres, ambos me den idéntica respuesta.
La conversación podría estar ocurriendo ahora mismo, mientras esto escribo.

Relato basado en el cuento "El otro" de Jorge Luis Borges

jueves, 18 de marzo de 2010

Yuyo verde

Menárdez camina
por los barrios del sur
y mientras recuerda, canta

"Callejón, callejón,

Lejano, lejano.
Íbamos perdidos de la mano
bajo un cielo de verano
soñando en vano.
Un farol, un portón
-igual que en un tango-
y los dos perdidos de la mano
bajo el cielo de verano
que partió"

Lo acompaña el cielo
de un verano que se va
El farol. El tango.
Pero sólo uno camina
por el callejón

"Déjame que llore crudamente

con el llanto viejo adiós.
Donde el callejón se pierde
brotó ese yuyo verde
del perdón.
Déjame que llore y te recuerde
-trenzas que me anudan al portón-
De tu país ya no se vuelve
ni con el yuyo verde
del perdón"

Llora solitario
una pena antigua
Sin adiós ni perdón

"¿Dónde estás? ¿Dónde estás?

¿A dónde te has ido?
¿Dónde están las plumas de mi nido,
la emoción de haber vivido
y aquel cariño?
Un farol, un portón
-igual que un tango-
y este llanto mío entre mis manos
y ese cielo de verano
que partió"

Apura el paso Menárdez
Tal vez en lo del Chino
Con una ginebra
Se ilusione que olvida.







En cursiva, letra del tango Yuyo Verde de Homero Expósito (letra) y Domingo Federico (música) Año 1.944

La versión del video es la que más me gusta, por la Orquesta de Pugliese y con la voz de Alberto Morán


Bar El Chino (Beazley 3566)
El Bar El Chino nació, como "Yuyo verde", en 1944. Fue creación de Jorge “El Chino” Garcés quien, además de atender la parrilla y servir las mesas, cantaba tangos acompañado por guitarristas. Una arquitectura precaria, una ornamentación llena de afiches y fotos, y mesas largas para compartir con otros comensales cubiertas con manteles de papel. Nunca falta una guitarra o bandoneón y ”chansoniers” del barrio.

jueves, 25 de febrero de 2010

Borges está vivo y toma té en Buenos Aires


A Menárdez muchas veces lo asaltan pensamientos borgeanos en los bares de Buenos Aires. En realidad, escapando al lugar común, menos que asaltarlo, lo visitan.
Y así hemos dado cuenta en esta casa de un café en Barracas, del Café Tortoni, o de otro café en la calle Honduras, lugares que Menárdez frecuenta convocando al espíritu de Don Jorge Luis, quien a veces accede a detenerse con el Citador (no porque se lo merezca sino porque sigue siendo gentil)
Nunca imaginó Menárdez que junto al café, incluso al vaso de ginebra, ahora podría pedirle al mozo que le traiga "La moneda de hierro" o "El Libro de Arena", bien cargados y sin azúcar.

En los quince bares notables de la ciudad de Buenos Aires cuyos datos dejamos más abajo, parroquianos y visitantes podrán pedirle al mozo alguno de los clásicos de Borges, para acompañarse con su lectura. Será posible alimentar no sólo el cuerpo sino también el espíritu, en forma gratuita y sin llevarse el libro, por supuesto...(¿respetará esto la picardía criolla?)

En una de esas tenemos suerte y lo vemos. Porque el espíritu de Borges se pasea por las calles de Buenos Aires, y cuando se cansa un poco, se toma un Indian Tonic en el Tortoni con Julián Centeya, o un té con el gran Macedonio en La Perla de Once, bar que nuestro quejoso Citador no entiende cómo es que no entró en la iniciativa, como tampoco la confitería Richmond de la calle Florida.

¡No embrome Menárdez! Y tómese una Legui en 36 Billares. Que en una de esas una voz inconfundible le susurrra...

“Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido”

Quince bares notables donde podremos leer a Borges mientras esperamos el tranvía demorado.

TORTONI, Av. De Mayo 825, 4342-4328
EL GATO NEGRO, Av. Corrientes 1669, 4371-6942
EL PROGRESO, Av. Montes de Oca 1700, 4301-0671
MAR AZUL, Tucumán 1700, 4374-0307
CONFITERIA SAINT MORITZ, Esmeralda 894, 4311-7311
MARGOT, Boedo 857, 4957-0001
36 BILLARES, Av. De Mayo 1048, 4381-5696
BAR HOTEL CASTELAR, Av. de Mayo, 1152, 4383-5001/9
BARoBAR, Tres Sargentos 415, 4311-6856
LA GIRALDA, Av. Corrientes 1453, 4371-3846
LOS LAURELES, Av. Iriarte 2290, 4303-3393
LA POESÍA Chile 502, 4300-7340
IBERIA Av. de Mayo 1196, 4381 6300
EL FEDERAL, Carlos Calvo 395 / 99, 4300 4313
EL QUERANDI, Perú 302, 4345-1770

viernes, 19 de febrero de 2010

Menárdez

¿Para cuando el amor?
Ese de la calle Honduras
El que vence al olvido
Y deja el alma
al revés


¡Pobre poeta sin amor!
Tal vez cruzando aquella esquina
Se rinda frente a ti
la suerte esquiva
por una vez

martes, 19 de enero de 2010

En la cascada de Olain

8 de enero de 2010


- ¿Un lugar diferente para visitar en Córdoba?
- La Pampa de Olaen. Tiene restos fósiles de más de 8.000 años, allí mandaron los indios durante siglos. El Obispo Diego Salguero y Cabrera se afincó en 1.763 y levantó la capilla de Santa Bárbara. También fue el lugar de cabalgata preferido de los huéspedes del Hotel Eden en los años treinta. No se la pierda, Menárdez. Además de la capilla encontrará unas ruinas muy bellas y una hermosa cascada.

Allí fue Menárdez. Como siempre llevaba un libro consigo, por las dudas. Esta vez, recordando las palabras de su querido Borges

"El vago azar o las precisas leyes]

que rigen este sueño, el universo,
me permitieron compartir un terso
trecho del curso con Alfonso Reyes”


Eligió una exquisita edición del “Genio y Figura de Alfonso Reyes” escrito por su nieta, Alicia Reyes. Visitó la solitaria capilla y luego las ruinas








Siguiendo el consejo de un baqueano, antes de llegar a la cascada se aprovisionó en el único rancho que había. El paisano le dio agua y pastelitos. Después sí, inició el descenso y se admiró de la belleza del lugar


Tomó mate y leyó sobre la vida de Reyes, “el mejor prosista de habla hispana” al decir de Borges. Tal vez por causa de la antigua iglesia o el paradero indio que había acabado de ver, fue una poesía de Reyes la que lo impactó:

“Los hicieron católicos
Los misioneros de la Nueva España
-esos corderos de corazón de león.
Y sin pan y sin vino,
Ellos celebran la función cristiana,
Con su cerveza-chicha y su pinole
Que es un polvo de todos los sabores”




De regreso en Buenos Aires, siguió rondando Menárdez por la vida del amigo de su querido Borges, investigó y leyó. Para su sorpresa se encontró con una tarjeta postal y una carta




Cascada de Olain Sept. 9 de 1932
El libro se vende mucho.
La editorial sigue bastante bien las noticias de estas editoriales se parecen siempre a las de las enfermeras.


A.S.E. el Señor Alfonso Reyes
Brasil
Querido y admirado amigo:
Empiezo a temer que Ud. no haya recibido la carta que le mandé a México. Volvía a
darle las gracias por su libro, tan perfecto, y me atrevía a preguntarle si ud. creía necesario hacer algún trámite para publicar la Suave Patria, de L. Velarde.
Nuestra ambición sería publicarla con un prólogo suyo...
No sabe cómo lamento haber dejado pasar su estadía en Bs. As, sin conversaciones
con ud. (como si la buena conversación tuviera tantas oportunidades).
Con Silvina, con Borges, siempre lo recordamos y esperamos que Bs. As, vuelva a
mejorarse pronto con su vuelta.
Cuando escriba a su simpático hijo dele recuerdos de mi parte.
Saludo a su señora y le repito mi amistad y agradecimiento.
Adolfo Bioy Casares.
Sept. 9 de 1938
Buenos Aires
Av. Quintana 174
Sept. 25 1939

Menárdez no era el primero en pensar en Reyes en tan desolado paraje. Casi 80 años antes lo había hecho Bioy Casares. La geografía agreste y solitaria está intacta. El recuerdo de Reyes también.





Dedicado a María García Esperón, quien obtuvo las deliciosas imágenes y palabras de Alicia Reyes que están a continuación, autora y nieta de Alfonso Reyes que leí en la Cascada de Olaen “solamente para que se repita una escena”









Los primeros versos pertenecen a la poesía "In Memoriam A. R." de Jorge Luis Borges
Los segundos versos corresponden a "Yerbas del Tarabumara" de Alfonso Reyes.

Los videos son de María García Esperón y se los puede ver en http://www.vozymirada.blogspot.com/

Alicia Reyes recita su poema "A Jorge Luis Borges"

sábado, 16 de enero de 2010

Capítulo X: Un café en Barracas

Hay un mundo inabarcable para Menárdez. Un mundo que es un país, una región, o un universo, según quien lo descubra. Deliberadamente lo omitió por años, no pensó en él. Y sin embargo siempre estuvo ahí, esperándolo.

Hubo de suceder ese descubrimiento inevitable en la madrugada, cuando la semioscuridad nos revela la monstruosidad de las cosas, pero no en una quinta sobre la avenida Gaona (en Gaona ya no hay quintas de veraneo ni vive nadie, sólo deambulan grises vehículos buscando la autopista) sino en un bar de Barracas, mientras tomaba un café esperando que pase la tormenta. Observó que el sobre del azúcar decía



“Los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres”



La espantosa frase era inapropiada. Resulta evidente que no se trata de una sentencia hecha para agradar o para dejar un pensamiento breve, positivo, durante la ceremonia del café. Y sin embargo estaba allí. Distraídamente, Menárdez se acercó al mostrador de estaño, hasta la caja que contenía los sobres de azúcar. Ya sabía que ningún otro repetiría la temible frase, pero era menester comprobarlo. Y así fue. Entre los cientos de sobres no había uno igual al primero.

Se volvió a sentar y pidió otro café. El sobre de azúcar que lo acompañaba decía



“La metafísica es una rama de la literatura fantástica”



Menárdez comenzó a entender la naturaleza de las sentencias. Alguien le indicaba que piense en aquel cosmos, el incomprendido, para salvarlo. Quizás si él recordase un tomo de una antigua enciclopedia todo ese universo que hace muchos años se conoció como "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", no fuera olvidado definitivamente. Pero Menárdez no tiene madera de elegido, él lo sabe. Tenía que haber algo más, algo que lo involucrara de otra manera. Quizás la clave le sería revelada con el postrero café.

El sobre decía:



“Los hombres mortales son capaces de concebir un mundo”



Pensó Menárdez que tal vez no le fue indicado recordar ese mundo concebido por otros hombres para salvarlo, sino a la inversa. Tal vez recordando ese cosmos de tigres transparentes y torres de sangre, sus habitantes pudieran pensar en un hombre tomando café.

Al fin y al cabo Menárdez nunca fue otra cosa que el recuerdo de un recuerdo, inventado por un señor que lee en un hotel de Adrogué, afligido por el gran espejo que adivina su figura en la sala taciturna.



Los textos en cursiva pertenecen a "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", de Jorge Luis Borges.Si alguien nunca vio sobrecitos de café como los que aquí se cuentan, encontrará uno en los laterales de la izquierda, abajo.


viernes, 1 de enero de 2010

Capítulo IX: Pedro Menárdez y el olvido

Nuestro citador miró hacia atrás y al encontrar –para su sorpresa- que su tarea literaria podía ser catalogada de “obra”, lo asaltaron miedos borgeanos: por ejemplo temió “…que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados...”
En plena zozobra recordó también que

“Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido”

No pensaba en la “posteridad” claro que no, esa pléyade de generaciones futuras sin rostros ni nombres. Menárdez siempre fue un hombre austero. El pensaba en alguna vieja novia vieja, o en un sobrino que pudiera haberse enterado de su existencia. Tal vez algún buscador artesanal de pequeñas historias de barrio. Pero siempre pensaba que podría ser un lector, o dos a lo sumo, los que podrían interesarse por él en un futuro.
Sólo eso.
Entonces comprendió que debía resguardar sus escasos escritos, especialmente los que jamás alcanzó a publicar, dado que a esta altura él no podría modificar ese destino alejado de las letras de molde. Pensó en una caja fuerte. O en una botella al mar. La primera opción le pareció un símbolo demasiado ostentoso de las riquezas del comercio, que eclipsaría el mensaje de sus someras letras, si es que tenían alguno. Y la segunda le pareció excesivamente ligada al azar, casi un escalón menos, apenas, del olvido definitivo…

- ¿Qué debo hacer? ¿Qué?

Se preguntaba Menárdez cada noche de su vida, mientras sentía que su tiempo se agotaba y la solución no aparecía.Pensó en publicar avisos clasificados en el periódico, y en cada uno de ellos, un pequeño fragmento de su obra, pero lo desechó por costoso.Finalmente apareció la solución. Le enviaría cada una de sus obras a personas que él admiraba o quería, con formato de carta, pero sin encabezados ni aclaraciones, ni explicaciones de ninguna índole. Simplemente un cuento o una poesía dentro del sobre.A su viejo amigo Andrés Otamendi le envió “La vuelta del jugador”; a su compañera Zulema Wheaton le envió “El sueño” ; Al editor Arnoldo Luro “la canción porteña" ;Al paisano Ramón Tejedor le envió "Muerte en la pulpería"
y así siguió con todas y cada unas de sus letras.Cuando terminó esta tarea, Menárdez se sintió más tranquilo: su obra estaría resguardada del olvido. Y satisfecho, se abocó a descubrir el mejor soneto jamás escrito.

Los versos en cursiva pertenecen a poemas de Jorge Luis Borges