jueves, 27 de mayo de 2010

Dos por uno de Sebreli


Sebreliana en defensa de las citas
Contesto a los reproches sobre el exceso de citas borgeanas que aquí intento, con la cita de una cita de Sebreli: “Contesto a los reproches sobre el exceso de citas con una cita más, la de Walter Benjamin, cuando decía que aspiraba a escribir un libro que no fuera más que citas. Yo desearía también escribir un libro que fuera la suma de todos los libros y de todos los autores que he leído en el transcurso de mi vida, la síntesis abarcadora”

Otra primera vez
Tiene razón Sebreli, ¿cómo no me fijé? Nos queda en la memoria el primer beso, la primera novia, la primera vez en el sexo, el primer día de clase o el primer día de trabajo. ¿Alguien se acuerda de la primera vez que salió solo de su casa? En los barrios tal vez sea difícil fijar ese día, porque uno estaba en la esquina, con la puerta de su casa abierta, esperando el grito de mamá…¡a tomar la leche!
Y otro día en vez de quedarse en la esquina da la vuelta manzana y otro día está a dos cuadras de su casa, y así. A mí me parece que la primera vez que salí formalmente solo fue cuando me tomé el 104 de Liniers a Mataderos, más precisamente a Miralla y Alberdi. Allí iba con mis historietas, había una librería que las canjeaba 2 x1. Era una fiesta: iba solo, me pasaba un buen rato eligiendo las que me iba a traer, y me daba una vuelta por el templo sagrado de los libros a los que todavía ni imaginaba posibles. ¿Qué edad tendría? ¿Ocho o nueve años, supongo? Alguien dejaría hoy a su hijo viajar solo en colectivo a esa edad? No todo tiempo pasado fue mejor, pero algunas cosas del pasado, sí.

“La partida del solar natal, el viaje hacia lo desconocido, lo inicié un día, en los últimos años de la infancia cuando por primera vez salí a caminar solo por las calles de la ciudad. Aunque con el permiso materno y a horario fijo, esa salida fue vivida simbólicamente como “la fuga del hogar”. El mundo desordenado y caótico, infinitamente vasto de la calle, esos senderos que no llevan a ninguna parte y a la vez a todas, constituían el rechazo del orden pequeñoburgués, del círculo cerrado de la familia. El apacible tedio, la monotonía gris del hogar era súbitamente destrozada por el torbellino de aventura y la dramaticidad de la calle con sus conflictos, antagonismos, peligros, acechanzas, emboscadas, con su expectativa incesante de sorpresas, de posibilidades siempre renovadas, con la sensación de que cualquier acontecimiento puede ocurrir a la vuelta de la esquina”

Los textos en cursiva pertenecen a “La señales de la memoria” de Juan José Sebreli, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1987

6 comentarios:

  1. Tal vez porque crecí en un pueblo, y su apacible tedio era el mismo que el de casa. Quizás porque andar solos era común, e inofensivo. Posiblemente por la cotidiana cercanía de la gente, que podía reconocerse y nombrarse ,y entonces nadie -ni ningún lugar- era extraño. Seguramente por todo eso, mi memoria -meticulosa, ordenada, detallista- no puede ubicar en la infancia esa primera salida al mundo desconocido.

    "Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos.
    Quizás esté bien así.
    El choque que produciría recuperarlo sería tan destructor que al instante deberíamos dejar de comprender nuestra nostalgia" - Walter Benjamin

    (Contesto a cualquier reproche sobre el exceso de citas en mis comentarios, con la cita de Menárdez de una cita de Sebreli de una cita de Walter Benjamin, de quien he citado).

    Gracias por este túnel menardiano, que nos lleva de nuestras adultas horas al tiempo inconmensurable de la infancia.

    ResponderEliminar
  2. Tantos recuerdos, frágiles me trae!!
    Para mi, el gran paso en el mundo fue cruzar solo, la Av. Mitre en Villa Martelli.
    a 3 cuadras de mi casa, fue al los 10 años!!!.
    Era entrar a otro mundo, el mas allá.
    Mi primer travesía en bicicleta, duro cinco horas!!!!.
    Buehh, otros tiempos.
    Lo sigo, abrazo

    ResponderEliminar
  3. Cristina: note que en la medida en que uno se aleja del obelisco el recuerdo se torna más difuso. Sebreli vivía en el barrio de Constitución. Entonces la calle es manifiestamente peligrosa y el "permiso" inicial aparece claro. Un barrio del suburbio ya no se figura tan peligroso y la calle es amiga, entonces yo tuve que bucear bastante para encontrar ese recuerdo, que además puede resultar equivocado. En cambio desde la perspectiva de un pueblo (perdón! ciudad...) el asunto se torna poco menos que quimérico. Ud. no recuerda su primera salida porque siempre estuvo afuera, me atrevo a decirle yo, que he conocido pueblos bonaerenses como Arenaza, y ciudades como Lincoln.
    Un beso

    ResponderEliminar
  4. @gustín:
    Efectivamente, cruzar una avenida, andar en bicicleta solo, son presagios de la libertad que se aproxima. También tengo recuerdos de esos momentos, aunque no específicamente los primeros.
    Muchas gracias!

    ResponderEliminar
  5. me da un poco de envidia esa recuerdo de Sebreli y me gusta como me lo cuenta, aunque Sebreli me caiga un poco petulante.
    en gualeguay, entonces, nada era peligroso: jugàbamos a las escondidas en las noches de verano en una vieja casa que siempre estuvo en construcciòn y deshabitada, imaginesé!

    glup, me asaltò la emociòn, como casi siempre por acà.

    ResponderEliminar
  6. Es tan petulante como inteligente, Miralunas (Sebreli) Lo cual no deja ser una buena desventaja!
    Espero no ser petulante si le digo que me encanta cuando pasa (Ud.)por este quiosco algo deshabitado pero no por eso menos querido.
    Un beso

    ResponderEliminar