Luego seguiría visitando el zoológico, por ejemplo con algún amor, y escribiría cosas como éstas:
“Decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra”
La escritura del Dios (El Aleph)
“Hasta la hora del ocaso amarillo
Cuántas veces habré mirado
Al poderoso tigre de Bengala
Ir y venir por el predestinado camino
Detrás de los barrotes de hierro.
Sin sospechar que eran su cárcel”
El oro de los tigres
“Un tercer tigre buscaremos. Éste
Será como los otros una forma
De mi sueño, un sistema de palabras
Humanas y no el tigre vertebrado
Que, más allá de las mitologías,
Pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo
Me impone esta escritura indefinida,
Insensata y antigua, y persevero
En buscar por el tiempo de la tarde.
El otro tigre, el que no está en el verso”
El otro tigre, El Hacedor
Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy)
“Borges y yo” El Hacedor
Esta tarde paseaba distraído por el zoológico, hasta que “a la hora del ocaso amarillo” llegué a la jaula del Tigre Blanco de Bengala, que no se mostraba. Imaginé un niño de principios del siglo pasado, llorando porque su madre lo retiraba antes de presenciarlo. También pensé en un hombre ya maduro, paseando con Estela Canto, enhebrando el argumento de un cuento mientras mira el nervioso ir y venir del felino, detrás de los barrotes de hierro, su insospechada cárcel.
Todo eso pensaba cuando apareció el Gran Tigre. Algo despertó su curiosidad detrás de las rocas de su jaula y observaba expectante. No sé si era el tigre vertebrado, o el tigre del sueño de Borges. Como sea, alcancé a tomarle una foto borrosa, irreal. No estoy seguro si lo vi, o soñé que lo veía.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgg87nHG3AfmamEuVZxgWwd0G6aKz1zXqp3-rehNm2iadJGw78QH71uCbAbDbIimSvMI_Fp-8v0nHJ-y7zJ-LK9Z3McFFDDil6qL_jH2xzrxx5nb5r4y2A5IdS_rEU2fM2wSJBlzc-FhDI/s400/Tigre.jpg)
Adoro pensar en ese hombre ya maduro acompañado de Estela, uno de sus amores, asomados placidamente a ver este tigre que parece que usted ha soñado.
ResponderEliminarserá ese otro tigre, el que no está en el verso, el que llama a este tigre vertebrado que pisa la tierra?
ResponderEliminarmagnífica foto. excelente relato.
abrazo
En Buenos Aires, es posible ver tigres en el zoológico o en los textos de quien los vio o soñó sin barrotes.
ResponderEliminarTal vez Menárdez haya visto el de la insospechada cárcel, y en él convocó a todos los tigres: el de las mitologías, el de las letras fantásticas, el de los versos, nunca el de las fábulas (*).
Quizás haya encontrado el del sistema de palabras humanas. El otro tigre.
¡Magnífica construcción!
(*) "Pedro Henríquez Ureña suele afirmar que no le desplace ningún género literario. Yo sospecho que hay géneros que comportan un error esencial. Uno de tales es la fábula, cuya ocurrencia lóbrega de rebajar los tigres inocentes y los pájaros instintivos a tristes herramientas de la moral no deja nunca de asombrarme y aún de apenarme" (*)(J.L.B. Eden Phillpotts -Moonkshood, Methuen. Sur, Buenos Aires, Año X, Nº65, febrero de 1940)
Probablemente cada obrero de las letras, cause un tigre alguna vez. Un tigre de la ira, como el de Blake, el tigre de esa mañana, en Palermo, el tigre del Oriente, los tigres que fueron y que serán, el tigre arquetipo. De todos, el más alarmante es el tigre en cautiverio. No importa si vemos o soñamos la apetecida fiera; está ahí, tras los barrotes. Hoy me ha dado en pensar si acaso no estamos bajo su piel.
ResponderEliminarYo también lo vi, o lo soñé...
ResponderEliminar(que le hace una mancha más)
por eso tal vez me ronronean los gatos, la posibilidad de tigres que tenemos en una sociedad castrada de animalidad (los humanos somos seres que llevamos al animal adentro, y, segun dice mi sobrina Natalia, es lo más dulce que tenemos)
Hola Marcelo.
ResponderEliminarInmediatamente vino a mi mente ese tigre que dibujó Borges de niño, y es de niño cuando se sintió atraído por esas lecturas de animales, cuanto más feroces mejor.
Y lo que marcás al principio no fue un tema menor en la vida de Borges, que madre tan dominante. Cuantas otras veces y en cuantas ocasiones y siendo ya grande le habrá quitado a este los libros; para controlar un amor, para controlar una amistad no deseada, (quiero nombrar un escritor que la madre no quería pero no recuerdo el nombre).
Si recordé el paseo que tan majestuosamente describiera en Atlas, resumiendo, un encanto esta publicación, y tu sueño-visión. Siempre es lindo leer sobre el maestro.
Un beso y buen fin de semana.
Me acordé. Macedonio Fernández, madre no lo quería por la vida tan desordenada que llevaba, de pensión en pensión, y otras cuestiones.
ResponderEliminarBso
Hola Marcelo:
ResponderEliminarDicen que la asociación mental es ineludible, pero siempre en presencia de un gato me lo he imaginado tigre...aunque con la ventaja del peligro menor, por muy traicionero que, según los antiguos, pudieran ser aquellos felinos de hogar.
Saludos.