lunes, 7 de diciembre de 2009

Capítulo III: Pedro Menárdez y el burdel




Nuestro citador de Borges se adentró en el bajo mundo, tratando de entender por qué al insigne escritor, como a tantos otros jóvenes de su generación, lo llevaron a un lugar como ese para para adiestrarse en el arte amatorio, o mejor dicho para iniciarse, con resultados nefastos.Ya en el burdel, lo primero que le llamó la atención a Menárdez fue que los clientes, antes de concretar el acto sexual, fingen seducir a la profesional, y ésta a la vez finge ser seducida. Poco trabajo le costó a Menárdez imaginar que esa doble ficción se trasladaría adentro del cuarto. Tal vez lo único real de todo lo que allí ocurría fuera la transacción monetaria. En el baño de hombres del salón, se sorprendió aún más con dos caballeros que se acicalaban y bromeaban entre ellos acerca del éxito de sus próximas empresas sexuales, que obviamente tenían un riesgo reducido a cero en lo que a conquista se refiere. Sin darse cuenta, Menárdez, que también estaba frente al espejo como los clientes, dijo:

-“Aquí fracasan todas las religiones. La concepción judaica fracasa, ya que el árbol del Génesis lo han talado a golpes de falo y Adán y Eva se ven aquí reducidos a su actuación más lamentable de mercancía y comprador. La concepción hedónica fracasa, ya que al placer lo han mutilado, robándole las tiaras prestigiosas de la visión romántica y subrayando su tonalidad de fatalismo duro”


Los tipos dejaron de hablar repentinamente, como si hubieran recibido sendos mazazos en sus vientres, casi en la línea del golpe bajo.Por compromiso, uno de ellos balbuceó

- ¿qué dijiste?
- “El día, como un perro cansado, se tiende a nuestros pies y le acariciamos el lomo. Y la estatuaria –esa cosa gesticulante y mayúscula- la comprendemos al deliciarnos con las combas fáciles de una moza, esencial y esculpida como una frase de Quevedo. Y que acepta –sin mayor alarde de asombro- la oxidada moneda falsa de nuestros verbalismos"

El otro tipo se había quedado con la cara empapada, y en las manos, suspendida, una toalla de papel no había llegado a destino. Cerró la boca para abrirla de nuevo

-callate porque te corto

Pero no era Menárdez quien hablaba. Mejor dicho, sí lo hacía, pero las palabras eran puestas en su boca por otro, y entonces no podía detenerse:

-“De la madeja sensorial, la memoria sólo almacena los datos auditivos y visuales. Los otros –placer, dolor, estados térmicos- únicamente persisten vertidos al lenguaje de la visualidad y la audición. E íntimamente ¿qué pueden importarnos las interjecciones y la plasticidad cambiante de las etapas del ayuntamiento, si estas cosas tienen sólo un valor de paralelismo con el placer, que es lo único esencial y que nadie logrará jamás encerrar en una urdimbre de arte?"

El tipo sacó un puñal, pero el amigo lo detuvo:


- ¡Dejalo! ¿No ves que está loco? ¡Vamos, que las chicas nos esperan!
- Tenés razón, vamos. Pero nos vamos también de este puterío de mierda, el idiota este me arruinó la noche.


Menárdez volvió a la barra y terminó su ginebra, mientras una mujer entrada en años y con boca rojo lápiz le sonreía con forma de mueca. Pagó su bebida y se retiró, murmurando:


-“Salimos. El bloque de aire cuadrangular que oprimía nuestras espaldas se hunde. El andamiaje de guirnaldas de brazos y voces acarameladas también se aleja. El cielo se ha llenado de astronomía. Una estrella jadeante tiembla sobre los techos del mercado. Nuestros ojos pulsan muchas estrellas. Las calles, como rieles expertos, nos empujan no se sabe a qué parte”


Y se aleja Menárdez del burdel, habiendo comprendido que aquel fracaso iniciático del hombre que guía sus pasos, era el fracaso de todos los hombres.


Las palabras dichas por Menárdez y en cursiva fueron extraídas de JORGE LUIS BORGES: "Casa Elena (Hacia una Estética del Lupanar en España)". Ultra año 1, no. 17. Madrid, 30/10/1921.
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Dedicado a Susana, que con su amor a Borges impide que Menárdez sea atrapado por las redes del olvido.
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Pintura VIII es de Eduardo Labombarda

2 comentarios:

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  2. Me animo a decir que a la estética del lupanar en España, se le añade una épica propia de estas tierras cuando algún inmigrante se aventuró al negocio. De Casa Elena a Villa La Abundancia: hay algo mítico de los lupanares baleares que congregó poesía, amor y muerte en pueblos perdidos de la provincia de Buenos Aires.
    Gracias por esta segunda edición de Menárdez que nos permite a sus lectores nuevos disfrutarlo y comentarlo

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