viernes, 4 de diciembre de 2009

Capítulo I: Pedro Menárdez, el Citador de Borges


Menárdez es un escritor erudito, y por eso no puede resistir el empleo de las citas en su trabajo. Así, sin que sea estrictamente necesario, en medio de un cuento costumbrista recuerda que "el odio es un borracho en el fondo de una taberna, que constantemente renueva su sed con la bebida", de Baudelaire.
O bien remata un relato alegórico señalando con Schopenhauer que “El bienestar y la dicha son negativos, sólo el dolor es positivo”
Incluso tomando un té de sábado por la tarde, a propósito de una sabrosa anécdota que acaba de contarse sobre una mujer, puede concluir que “Mi memoria es magnífica para olvidar”(Stevenson)
Sin que venga a cuento advierte que “No hay temor que esté desprovisto de alguna esperanza, y no hay esperanza que esté desprovista de algún temor”(Spinoza)
Y en su crítica sobre el último trabajo de un renombrado autor, recuerda a Bioy Casares: “El recuerdo que deja un libro a veces es más importante que el libro en sí"
Para no parecer fuera de época es capaz de arriesgar con Fontanarrosa que “La perfección es obsesiva. Y eso es un defecto”
Pero este sistema de intercalado de citas le ha empezado a parecer insuficiente. Es que generalmente la frase se encuentra en un contexto mayor, que al suprimirse no permite al lector llegar al alma de lo que quiere significar el citado. Por eso comenzó a incluir en su trabajo no sólo la cita que le interesa sino también párrafos enteros y luego la obra misma, sin temor a derechos registrados o herederos escrupulosos. Tampoco le importa mucho que la inserción de la cita sea verosímil en la trama, y así, en su deseo de incluir a su amado Borges, escribió esto en el cuento gauchesco que a continuación (incurriendo en el mismo vicio de Menárdez) citamos:

Muerte en la pulpería

El gaucho estaba acodado tomando su ginebra, cuando vio la entrada de varios hombres que no conocía, salvo a uno. Entonces recordó “La Trama” de Borges: “Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de una estatua por los impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Junio Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama:"¡Tú también hijo mío!" Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): "Pero, che!" Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena” en eso pensaba el gaucho, y cuando reconoció un sobrino suyo entre los hombres sospechosos, peló veloz su facón y exclamó: acá hay un hombre, carajo!
(Pedro Menárdez, "Muerte en la Pulpería" Buenos Aires, año 2.008)

4 comentarios:

  1. Es curioso cómo les gusta a las citas, ser citadas! Como si cada vez renovaran su energía (el élan vital)...y su eficacia!
    La cita habla de un nuevo encuentro, una nueva mirada, textual o sentimental.

    Bienvenido Menárdez, a las ambivalencias de este otro mundo abierto!

    Mi beso para el autor!

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  2. El único blog donde las citas pueden darse citas.
    Pedro, larga vida a su blog.
    Larga vida a Usted.

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  3. salute, Menárdez! una mujer maldita de ignorancia e impúdica de des-citas viene a saludarlo a su bulín y a para frasea, por si lo deseara: aquí hay una mina, barajo!
    (o si lo necesitara, incluso)

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  4. Usted ejercita maravillosamente la palabra. Por ello, Menárdez cita y su blog concita.

    Iba a decirle gracias por su visita. Pero queda ortográficamente desubicado.

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