domingo, 13 de diciembre de 2009

Capítulo VII: Una casa en Garay

“Nuestra mente es porosa para el olvido” Jorge Luis Borges

Pedro Menárdez estaba en el subsuelo de la Oficina Municipal de Catastro siguiendo una corazonada: tal vez encontrase alguna antigua propiedad de la calle Garay, a nombre de Zunino y Zungri. Pero no existían tales condóminos, y se fue. Volvió sobre sus pasos con otro pálpito:

- Y por Viterbo? Aparece algo?

Esta vez sí. En Garay había una casa con un propietario de ese apellido. La finca tendría unos setenta años, con lo cual Menárdez sintió que debía tratarse de la que buscaba.
Un cartel de “En venta” reveló que estaba desocupada. Fingiendo interés en comprarla ingresó con el vendedor, que con cansado profesionalismo exaltó bondades y ocultó errores y decrepitudes de la construcción.

- ¿Tiene sótano la casa?
- Sí, uno muy pequeño, pero está clausurado. Pertenecía a la edificación anterior.

Volvió Menárdez por la noche, inexorablemente. Con una herramienta consiguió abrir la tapa sellada que la humedad había ablandado. Linterna en mano descendió los escalones empinados. En el fondo del negro pozo, unos trastos irreconocibles eran el único mobiliario. Se tiró en el piso helado y empezó a contar diecinueve escalones. Luego se quedó a oscuras. Cerró los ojos, y al abrirlos allí, al costado del décimo noveno escalón, estaba la esfera pequeña y luminosa, “el punto del espacio que contiene todos los puntos”: el Aleph. Simultáneamente vio un tigre y todos los tigres, un noruego en Río Grande do Sul, un poniente en Querétaro, un vendedor de biblias antiguas en la avenida Belgrano, un laberinto roto en una isla, una pelea de gauchos en el Sur, un espejo, una diversa Andalucía, un Cristo en la cruz, un libro de arena, un inmortal, dos amigos riéndose, un poeta en la calle Honduras, una tumba en Ginebra, una mujer en York, un anciano conversando con un joven junto al río Charles, un ciego en una biblioteca recitando versos.
Era de día cuando Menárdez corrió a ver al agente inmobiliario. Pero ya era tarde, la casa estaba vendida. Le preguntó quien la había comprado.

- Una empresa. La va a demoler para hacer una torre.

Menárdez comprendió que una vez más desaparecería “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, visto desde todos los ángulos”
Pero él, como su maestro, lo había visto.

-"Cambiará el universo, pero yo no” dijo Menárdez, a sabiendas de que eso es imposible.

Todas las palabras en cursiva pertenecen al cuento “El Aleph” de Jorge Luis Borges

1 comentario:

  1. Nada se pierde, todo se transforma. En definitiva, Menárdez se ha convertido en un espacio topológico que permite la convergencia, conectividad y continuidad de los puntos. Hay quien dice haber visto la esfera pequeña y luminosa por los sótanos de su blog. ¿Es verdad?

    ResponderEliminar